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La creciente inflación y el temor por las nuevas variantes del virus amenazan la recuperación económica en todo el mundo

Fri, 10/12/2021 - 13:22

No es ningún secreto que la inflación se ha disparado hasta alcanzar cotas récord en los últimos tiempos, hasta el punto de que este indicador económico clave supera con creces la tasa meta de los bancos centrales internacionales; en muchos casos, esta cifra duplica sobradamente los niveles marcados por los reguladores. Habida cuenta de lo anterior, y a medida que asimilamos que esa inflación por encima del nivel objetivo es la realidad, entendemos también que las tranquilizadoras palabras de la Fed cuando insistía en que se trataba de un fenómeno meramente "pasajero" no eran más que banalidades superfluas. Por supuesto, muchas de las causas de esta desbocada inflación tienen su origen en la pandemia por coronavirus. Entre estas destacan las  desmesuradas medidas de estímulo adoptadas por los bancos centrales y la interrupción en las cadenas de producción a raíz de las restricciones provocadas por la COVID-19. Desgraciadamente, y justo cuando parecía que las cosas mejoraban gracias a la campaña de vacunación, llegó la variante Ómicron, sumiéndonos nuevamente en la incertidumbre.

Todas las miradas puestas en EE. UU.

La estadounidense es la economía de mercado libre más grande e importante del mundo, por lo que es natural que la primera potencia mundial sea el punto de referencia para evaluar cualquier riesgo inflacionario global que tenemos actualmente. La presión sobre los precios en el país americano viene creciendo de forma constante desde principios de año, y las últimas cifras la sitúan en el 6,8% interanual en noviembre, lo que constituye un incremento del 0,6 % con respecto al mes anterior. Por desgracia, es poco probable que se detenga aquí y sin un final a la vista, la situación empieza a ser bastante preocupante.

Dicho esto, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, indicó que el actual ambiente de precios en deterioro podría hacer que los representantes del organismo se vean forzados a acelerar la reducción de su programa de estímulo, incluso después de conocer el pasado viernes que las cifras de creación de empleo en noviembre fueron las más bajas registradas este año. Si bien esta medida ayudaría a combatir la inflación, lo cierto es que tampoco está exenta de riesgos. El mercado de valores, por ejemplo, no respondería bien a la consiguiente reducción de liquidez, y un nuevo colapso de la economía podría fácilmente frustrar la recuperación económica. En cualquier caso, el dólar siempre es una buena apuesta en momentos de inflación, y supone una buena inversión en la que dejar aparcado nuestro patrimonio hasta que pase la tormenta. A diferencia del dólar físico, el Índice del Dólar constituye una opción más conveniente.

Las materias primas, en el centro de mira

Si bien las actualmente descontroladas cotas de inflación son un motivo de preocupación a nivel mundial, algunas regiones geográficas se han visto más afectadas que otras. Sin lugar a dudas, los países cuyas economías se basan en materias primas, como Australia, Nueva Zelanda o Canadá, donde las tasas de inflación en términos interanuales fueron del 2,5 %, 2,96 % y 4,7 %, respectivamente, han salido mucho mejor parados. La cuestión determinante en estos casos es la política adoptada por los bancos centrales, por su ponderación sectorial. La tasa de interés del país neozelandés es una de las peores en todo el mundo, después de que el tipo base ascendiese hasta el 0,75 % este mes a la espera de que se introdujeran nuevas disposiciones para el próximo año. La tasa de Canadá es parecida, en un 0,5 %, y el banco central nacional se dispone a lanzar su agresiva campaña para aumentar los tipos de interés en el 2022, toda vez que ha ya puesto fin a su programa de compra de bonos.

Naturalmente, el motivo por el que estos países tienen algo más de margen en lo que a restricciones monetarias respecta radica en sus reservas de materias primas. El aumento de la inflación favorece siempre a los metales preciosos como el oro y la plata, recursos más que abudantes en Canadá y Australia. Su precio podría crecer ligeramente debido a la escasa demanda industrial, pero el interés de los inversores por estos activos resultará probablemente en ganancias netas por mantener la presión sobre los precios. En consecuencia, tanto el oro como la plata ofrecen una buena cobertura contra la volatilidad e incertidumbre actuales, especialmente ahora que Ómicron amenaza con convertirse en la cepa de coronavirus dominante.

¿Y qué pasa con China?

Dos años después de que se originase la pandemia por coronavirus, la zona cero de la que todo partió sigue sufriendo las consecuencias de la crisis económica que desató. El sector industrial todavía está por recuperarse, e incluso los consumidores nacionales pueden apreciar el efecto dominó que supone el aumento en el precio de los materiales y la interrupción de las cadenas de producción en el Gigante Asiático. La presión sobre los precios se sitúa en un margen normal de entre 1,5 % y 2 %, pero sería un craso error no entender dichos niveles como alarmantes en un país acostumbrado a una inflación próxima a cero.

Dada la frecuencia con la que se manipulan las cifras en China, el Índice de Precios de Producción, que creció hasta un impactante 13,5 % en noviembre, constituye un indicador mucho más esclarecedor. Si tenemos en cuenta que el precio de los productos que los exportadores chinos necesitan para producir no deja de crecer, no es de extrañar que los precios estén disparándose por todo el mundo. Y cuando añadimos la preocupante cuestión endémica de las deudas corporativas, las potenciales salidas de bolsa y el cada vez mayor número de empresas que podrían incurrir en impago, todo parece apuntar que las ya de por sí resentidas acciones chinas recibirán aún más golpes en 2022. Por ello, sería recomendable abandonar cualquier posición sobre acciones o ETF de China, e incluso considerar la posibilidad de acortarlas por completo.

Europa y Reino Unido 

La situación es extremadamente tensa en estos momentos en el Viejo Continente. Más allá de la creciente presión sobre los precios y el temor por la nueva variante, no podemos olvidar dos importantes cuestiones a las que la región debe enfrentarse, como son la grave crisis energética y el aún omnipresente fantasma del Brexit. Tanto el BCE como el BoE estudiarán con preocupación las últimas cifras del PIB cuando se celebren sus respectivas reuniones prenavideñas sobre política monetaria el 16 de diciembre.

Se espera que los resultados industriales y los pedidos de fábricas disminuyan en Alemania debido a los problemas con las cadenas de suministro a nivel mundial. Los rumores que apuntan hacia a posibilidad de nuevos confinamientos a principios de 2022 no harían sino intensificar el temor que se está ahora gestando en Frankfurt y en Londres. A día de hoy, la inflación se sitúa en el 4,2 % y 4,9 % en Reino Unido y la zona euro, respectivamente. Aun cuando estas cifras se sitúan por encima del doble de la tasa objetivo de los reguladores, no son tan elevadas como las registradas en el resto del mundo. El problema radica en que los riesgos económicos que conllevan la crisis económica y la pandemia por coronavirus implican una gran dificultad para que el BCE y el BoE adopten las medidas para reducir su programa de estímulo tan necesarias para frenar la inflación.

En lo que al aumento de los tipos se refiere, ambos reguladores europeos han indicado que es "poco probable" que se produzca antes de finales de 2022. La actual incertidumbre perjudica a los índices europeos y a las principales divisas, lo que deja a los inversores que huyen del riesgo con pocas opciones, más allá de la posibilidad de incluir gas natural y petróleo en sus carteras como mecanismo de protección en caso de que la crisis energética se prolongue.

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